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Un niño pequeño, ya sea de 5 meses o de 2 años, no posee aún una experiencia del lenguaje suficiente, ni unas posibilidades de comunicación que le permitan transmitir una descripción ajustada de la intensidad de la realidad que está experimentando.

Normalmente, el primer contacto con la escuela supone la primera separación importante del niño y su familia. Y nos tenemos que poner en su lugar para poder descifrar esos cambios de comportamiento, ya sean llantos, rabietas o enfado. En su casa, el niño gozaba de protagonismo natural y con ayuda de sus papás, tíos o abuelos se abría cada vez más a la exploración de su entorno social y físico, desenvolviéndose en espacios en los que se sentía seguro y competente.

Ahora bien ¿qué ocurre cuando llega el momento del primer día en la escuela? Inicialmente se produce un distanciamiento inesperado, que no sólo es distancia física de las personas de apego, sino algo que concierne a su mundo sentimental, una privación de la protección de la que antes gozaba y que ahora le infunde inseguridad, miedo o ansiedad ante el hecho de encontrarse ante un conjunto de elementos que le son extraños: su tutora de clase, nuevos compañeros en la misma situación que él, un espacio que no conoce, etc.

Este gran cambio supone una importante dificultad que cada niño debe superar cuando viene a la escuela. Tanto las educadoras como las familias debemos abrirnos a la empatía e interpretar sus mensajes implícitos es una tarea esencial para que el niño vaya fortaleciendo su confianza en esta situación nueva para él.

Es lógico y normal que durante el periodo de adaptación el niño experimente cambios en el apetito, en el sueño y en el humor. Hay niños en los que esta adaptación les dura una semana, y hay otros en los que este periodo puede llegar a los dos meses. Es por eso la importancia de colaborar de forma conjunta. Hablarles con naturalidad e interés acerca de la escuela, de su tutora y de sus compañeros ayuda a que esa inseguridad y miedos vayan desapareciendo día a día.

Consejos para facilitar el periodo de adaptación

Ante todo, paciencia. Es normal la falta de apetito, el dormir inquieto, el llanto, las rabietas, etc. Sólo se está adaptando y es un proceso que a la larga le hará ser una persona más independiente y segura de sí misma. Es por eso que es necesario no actuar con inseguridad, duda o culpabilidad.

Por otro lado, es conveniente no dramatizar demasiado las despedidas o recogidas. Su figura de apego ha de parecer seguro, alegre y cariñoso. Hacer comentarios compasivos delante de él incrementa esa inseguridad, y hay que recordar que los niños entienden los estados de ánimo al igual que un adulto.

También, es muy positivo que el niño entienda que ir a la escuela no es tan diferente de lo que hace en casa y que al igual que sus papás tienen que ir a trabajar, él también tiene sus deberes.

Y por último reconocer sus sentimientos y no reprimirlos. Comprensión y más comprensión, mezclándolo con cariño y alegría hará que los pequeños interpreten estos cambios como una aventura más.

Al fin y al cabo, la escuela es una aventura llena de retos y diversión, un lugar mágico en el que maestras, niños y padres formamos una gran familia.